De haber dependido de él, Sergi no se hubiera movido jamás del lugar en el que se encontraba en esos momentos: en la cama, desnudo y medio adormilado, abrazado a Mario. Ese rato de plácida tranquilidad era lo mejor que le había ocurrido en meses. Por supuesto, el sexo también fue genial (sus tiempos de actor porno contribuían a ello), pero no era lo mismo. Un orgasmo podía lograrlo cuando quisiera. Relajarse, era mucho más difícil. Estaba tan a gusto que incluso su naciente obsesión por los Conjurados, había abandonado su cabeza. De hecho, todo lo relacionado con TR le era indiferente. Él sólo era un pobre saltimbanqui con unos poderes ridículos. El mundo no se acabaría porque se tomase el día libre. Otros se encargarían de detener a los atracadores mientras él disfrutaba de un merecido descanso en los brazos de Mario.
Desgraciadamente para su recién descubierto relax, él no era el único de los presentes con temas pendientes en su vida. Mario también debía tener unos cuantos, porque su busca se puso a pitar como un loco.
— ¿Otra emergencia de fisioterapia? — Bromeó Sergii.
— Algo así. — Respondió Mario. — Cosas de hospitales. Tengo que irme. Pero espero que nos veamos pronto.
— Cuando quieras.
La marcha de Mario se llevó la tranquilidad y trajo de regreso la realidad en el piso y la cabeza de Sergi. Tenía un montón de cosas que hacer: terminar el cómic que estaba escribiendo antes de que su editor se cabreara, "copiar" la técnica de Bruce Lee con los nunchakus de alguna de sus películas, echarse una siesta para recuperarse de la noche en vela y la mañana de sexo... Aunque lo más importante era comenzar a investigar a los Conjurados. Tenía que haber algo que pudiera averiguar sobre ellos. Lo que fuera. Pero era imprescindible que les detuviera. Se habían cargado a algunos mafiosos y a punto estuvieron de hacer lo mismo con Bolea y él mismo. Por deber y por venganza, desbarataría sus planes, fueran los que fueran.
Sin embrago, por mucho que se lo prometiera a sí mismo, a Sergi no se le escapaba que encontrar información útil sobre los Conjurados iba a ser bastante complicado. No sabía nada sobre sus identidades reales, ni llevaban activos el suficiente tiempo como para que se hubieran dejado un par de pistas por el camino. Ni siquiera la policía tendría algo. Eran nuevos, poderosos y desconocidos para todo el mundo... o no. Bolea le había dicho que solían acudir a las reuniones de superhéroes. Era un comienzo. Aunque dudaba que fueran a recibir con los brazos abiertos.
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