miércoles, 19 de diciembre de 2012

El Ascenso de los Conjurados 6

Aunque por su forma de esquivar a su atacante pudiera parecer que Sergi posee reflejos sobrehumanos, lo cierto es que se deben únicamente a la práctica. Eso era algo que no podía "copiar". De hecho, no se había alejado más de un par de manzanas del gimnasio cuando resbaló en una mancha de aceite y, al caer, se rompió una costilla.

— ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh! — Grito, demostrando que su capacidad para resistir el dolor tampoco era "copiable" y que le hacía falta más entrenamiento al respecto. O lo haría si fuera posible adiestrarse en partirse huesos del cuerpo sin sufrir. — ¡Jodeeeeeeeer!

Por suerte para él, había alguien cerca para socorrerle. Ni más ni menos que el chico joven del gimnasio. Pero no el que le había atacado. Él otro, el que le miraba. Casualmente, había sentido unas ganas imperiosas de ducharse cuando había visto a Sergi entrando en el vestuario. Bueno, en realidad, lo había hecho para ver si conseguía establecer contacto visual. Y ante su estrepitoso fracaso, decidió seguirle por la calle. Se sentía fatal, como un acosador. Pero era un gran admirador de Sergi y quería tener, por lo menos, la oportunidad de presentarse.

— Además, tendré que disculparme. — Pensó Mario, que así se llamaba el chico, para sí mismo.

Al ver que su perseguido se caía, corrió a socorrerle. Esa era su gran oportunidad. Mientras se acercaba, Sergi aullaba de dolor como un lechón en una matanza o una quinceañera en el concierto del cantante con los pectorales del momento. Ni notó que Mario se aproximaba a él. Aunque sí que reparó en él cuando empezó a masajearle el pecho. En él y en las ganas que tenía de partirle la cabeza por tocarle donde le dolía. Sin embargo, su opinión sobre su salvador mejoró mucho según fue remitiendo su molestia y, aún más, al fijarse en su físico.

— ¿Cómo... ? — Empezó a preguntar Sergi.

— Soy fisioterapeuta. Y la costilla no estaba rota. Sólo fue una contusión.

— Pues yo oí un "crack".

— Puede que fuera otra cosa. Tu móvil contra la acera, por ejemplo.

— A lo mejor. Me llamo Sergi.

— Yo Mario. — Dijo. — Deja que te ayude a levantarte. — Añadió al ver que su paciente trataba de incorporarse con claras muestras de dolor. — No deberías hacer esfuerzos en un par de días.

— Es igual. Vivo aquí al lado.

— Te acompaño.

— Está bien. — Aceptó Sergi. — Pero tienes que aceptar que te invite a una copa en mi casa.

2 comentarios:

  1. Nuestro héroe termino siendo rescatado convirtiéndose en la “damisela en apuros”!!! Ujum, que pasara con estos dos!!! Besos y gracias por la historia!!!

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    1. Al pobre le rescatan mucho en estos capítulos jejeje me da un poco de pena. Muchas gracias por el comentario y por leer el blog.

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